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“BONITOS” EN EL PARAISO

“BONITOS” EN EL PARAISO

La isla  de San Andrés ubicada en el caribe, muy cerca de Nicaragua y Panamá, pero formando parte de la hermana República de Colombia, un lugar paradisiaco, en solo 26 km2 de superficie ( 12 km de largo y 3 km en su máximo de ancho ) encierra un universo de paisajes y colores que a los habitantes de estas latitudes lo atrapan inmediatamente por su belleza.

Rodeada por el denominado “mar de los 7 colores”, tres tonos de verdes, tres de azules y uno de celeste, colores dados por la tercera barrera coralina más grande del planeta, que bordea toda la isla, protegiéndola de las grandes olas del océano, formando es su costa este, playas que son cuasi piletas con aguas extremadamente cristalinas, donde la ecoaventura submarina, deportes extremos y la pesca, son las actividades preferidas por los turistas.

Hacia esta tierra, recordada en la historia coma la base de operaciones navales del famoso corsario Henry Morgan por los años 1670 y en las décadas pasada por el movimiento “narco”, nos dirigimos con  Jorge Espasandin y nuestras respectivas conyugues, la idea era vacacionar y como no podía ser de otra manera probar la pesca en la isla.

Previamente y mediante la agencia de turismo VALTRAVEL, habíamos contratado una excursión de pesca con San Andrés Fishing, su titular, buzo profesional y guía National Geographic, Jaime Restrepo sería el encargado de conducirnos en la pesca.

El día acordado para la excursión el viento soplaba intensamente del este (como toda la estadía en la isla), razón por la cual el capitán Jaime decidió posponerla para la jornada siguiente, pero el amanecer posterior no diferiría en mucho al anterior, el viento seguía soplando con la misma intensidad. A las 7 horas comenzamos a navegar por las cristalinas aguas en un Open Fishing de 27 pies con 2 motores Yamaha de 100 HP. Como el trolling iba a ser por la visto la única alternativa de pesca, la embarcación estaba equipada con 2 cañas pesadas con reels Alutechnos  y Penn  para alta mar y 2 cañas con reeles Daiwa ( uno frontal y otro rotativo ) para líneas de mano, los señuelos que íbamos a utilizar para trolling de superficie eran Yamashita pulpo de unos 15 cm de largo ,  y unos realizados en forma manual,  con lana de colores fuertes, verdes, rojo, naranja, la cual se corta en  varios  en trozos de unos 12 cm de largo y se envuelven alrededor de un anzuelo 7 u 8/0, al final del día iban a ser los más eficaces.

Luego de acomodar las 4 líneas ( 2 extendidas por medio de 2  de brazos laterales, uno a cada lado de la embarcación ) y de navegar unos 15 minutos, comenzamos a desplegar los multifilamentos, de  100 libras y señuelos Yamashita en las cañas pesadas, y de 80 libras con artificiales “caseros” en las cañas de mano.                                                                                            Al salir de barrera coralina hacia alta mar la cosa cambio rotundamente, las olas se hacían cada vez mas grandes, diría demasiado para pescadores de agua dulce como nosotros, pero las ganas de “pegar” algo diferente a lo acostumbrado nos daba fuerzas para soportar el constante golpear del oleaje.

Recorrimos haciendo trolling toda la costa este de la isla sin obtener ningún resultado, el fuerte viento había “ensuciado” el océano con algas, razón por la cual era muy común que los señuelos, al ser de superficie, se ensuciaran constantemente.  Rápidamente recogíamos las líneas y la volvíamos a tirar.

Cuando llegamos al extremo norte de la isla y empezamos a navegar la costa oeste, el oleaje cambió radicalmente, el océano se tranquilizó, la isla nos servía de reparo del viento del este. Olas pequeñas, sin algas, aguas cristalinas, tal era así que podíamos ver nuestros señuelos trabajar en la superficie del agua a unos 40 metros de la embarcación. Pensé interiormente, acá algo vamos a “enganchar”, pero no fue así, habíamos recorrido la mitad de la isla y todavía ningún toque. Hasta Jaime se notaba extrañado por la ausencia de piques, pronto encontramos respuesta a falta de piques, mas una decena de delfines empezaron a saltar y a nadar acompañando la embarcación. Fue algo sencillamente espectacular ver en vivo algo que tantas veces vi por televisión. Durante unos 10 minutos nadaron a nuestro lado hasta que se perdieron en la inmensidad del océano. Estaba clarito por que no se daba ningún pique, donde está el delfín no hay otro pez.

Esperamos unos 15 minutos, navegando lentamente, hasta que Jaime con su peculiar forma de hablar ( mezcla de castellano e inglés ), nos informó que  íbamos a pescar con la modalidad jigging en el lugar donde estábamos ( a 1 km de la costa, con una profundidad de 110 metros, con la embarcación con sus dos motores regulando ). Algunas veces había realizado esta forma de pescar en la Represa de Salto Grande, pero con los jig que nosotros conocemos, Jaime nos entregó a cada uno, 1 jig Shimano Silver de 20 cm de largo, con un peso de 240 gramos con forma de pez, con 2 anzuelos 9/0 en la punta. Comenzamos a hacer jigging, dejar caer vertical y rápidamente los jig hasta el fondo del océano, para luego empezar a recoger lentamente, haciendo movimientos ascendentes y descendentes con la caña para darle movimiento al jig. No fue tarea fácil, los 110 metros de profundidad, más los 240 gramos de peso del señuelo rápidamente se fue haciéndose sentir en nuestros brazos, hasta el punto en que pensé, si se prende algo, no lo voy a poder sacar. Luego de unos 30 minutos, sin resultados y con los brazos cansados decidimos abandonar la modalidad.

Preparamos nuevamente las líneas y señuelos, desenredando prolijamente uno por uno los trozos de lana de los señuelos “caseros” y comenzamos a hacer trolling nuevamente con las 4 líneas, esta vez la suerte había cambiado.

Apenas recorrido unos 200 metros, la barra de Jorge se arqueó con violencia y el multi empezó a salirse rápidamente del reel, “ bicho”, grito, luego sacar unos 100 metros de multifilamento, Jorge ajustó el freno del reel Daiwa  y empezó lentamente a recoger, dura lucha dio por su tamaño el “bonito “ ( atún pequeño ). Después de casi 4 horas, el primer pez sobre la embarcación, pero no iba a ser el único. Unos instantes mas tarde otra vez Jorge, y otro “bonito” del mismo tamaño. Las aves volaban sobre la lancha, señal que estábamos sobre un cardumen.

Se fueron sucediendo atunes y jureles pequeños , siempre en la línea de Jorge, hasta que decidí cambiar el color de lana al señuelo, del rojo al verde, igual que el de Jorge, ahí empezaron los piques, era increíble que un pez tan pequeño presentara tanta batalla, pero el “señuelo lanudo”, no fallaba, las “clavadas” eran perfectas, 4 “bonitos” seguidos. No pasaba los mismo con los señuelos pulpo Yamashita colocados en las cañas pesadas, perdimos 2 hermosas llevadas, una, 1 Mahi Mahi o Dorada que muy cerca de la lancha se desprendió del anzuelo y el otro, de una Barracuda que terminó arrancando el anzuelo del señuelo, pero bueno, sabemos que la pesca es así.

Los “bonitos” nos habían dado la alegría del día, no por su tamaño, si por su pelea y belleza de su color cuando se lo expone al sol, tornando su gris oscuro a un plateado brillante.

Ya con mas de 6  horas de navegar, y con altas temperaturas tropicales, pasadas las 14 hs, agotados y hambrientos, decidimos regresar hacia el hotel. Pero una  sorpresa nos esperaba, antes de llegar a la playa el capitán Jaime desvía el curso hacia un yate anclado en un cayo muy cerca del hotel, al llegar a él, Jaime nos hizo subir a esta hermosa embarcación donde personas estaban disfrutando del sol y de frescas bebidas, cuando nos dimos cuenta estábamos almorzando sobre el yate con amigos de diferentes nacionalidades.

Si bien la pesca no había sido del todo lo que esperábamos, el día terminaba de la mejor manera posible, conociendo gente y disfrutando de la belleza de la isla.

Retornamos al hotel satisfechos, la pasión por la pesca siempre termina dando momentos inesperados, que por lo general son imposible olvidar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
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