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Y aquí, por suerte, el círculo de la historia, no cierra.

Y aquí, por suerte, el círculo de la historia, no cierra.

50 años de la leyenda de Che Guevara.

50 años de la leyenda de Che Guevara.

¿Qué es lo que él no era?

No era Marxista. Porque la madurez política de las sociedades no puede acelerarse mediante la lucha armada. Y la revolución proletaria es realizable, nada más, que por la clase obrera – una clase que surge recién ante un alto nivel de industrialización, hasta ahora ausente en Latinoamérica.

No era leninista. Porque advirtió que Lenin lo instrumentalizó al marxismo como un pretexto para justificar el golpe bolchevique.

No era prosoviético. Porque la burocracia totalitaria le producía repudio.

No era castrista. Porque su anhelo no era la conquista del poder, sino la lucha contra una explotación deshumanizante de los más indefensos. Dondequiera que estén.

No era un político. Porque la política era, a lo sumo, su camino, pero nunca su objetivo.

No era un ideólogo. Porque lo que escribió, tiene un carácter muy personal, son apuntes teóricos, bases para una aplicación práctica.

No era materialista. Porque su idealismo lo hacía inmune a las decepciones sociopolíticas, tanto en Cuba como en África.

¿Qué es lo que él sí era?

Era un altruista abnegado que renunció a una vida cómoda en el seno de una sociedad indiferente, un hombre, que con una voluntad férrea aplastó una enfermedad incurable y luchando a mano armada a favor de los más oprimidos, ofrendó su vida por un Mundo Mejor.

 

Un símbolo cultural

Derecha… izquierda… - son conceptos muy convencionales. Conservadurismo… progresismo… - son conceptos muy discutibles.

Por suerte está lo práctico, lo cotidiano, lo que nos permite diferenciar. Diferenciar la insensibilidad de la empatía, la indiferencia de la solidaridad, el desprecio del respeto, la codicia de la generosidad, la prepotencia de la tolerancia, el racismo del humanismo, el tradicionalismo de la creatividad… En realidad, todo enfoca en esta última dicotomía, gracias a la que nuestros antepasados revolucionarios un día decidieron bajar de los árboles o abandonar las cuevas. Porque con su espíritu creativo, con su afán de aventura y la osadía de afrontar retos y riesgos, buscaban siempre el ideal, pensaban y practicaban el perfeccionamiento de la vida de ellos y de la del prójimo. ¡Qué simple! A esos izquierdistas de antaño – los que lograron convencer a las mayorías de la necesidad de abandonar un presente incómodo pero seguro, para buscar un futuro prometedor pero riesgoso – les debemos el progreso de la humanidad.

Es por eso que la izquierda tiene a sus héroes, sus canciones, sus poetas, escritores, arquitectos, pintores, cineastas, etnólogos, filósofos – que conformaban y conforman la vanguardia del humanismo. Se convirtieron en sus hitos, sus símbolos.

La derecha también tiene algo, claro que sí – la inamovible sensación de estar contentos con ellos mismos. Y aquí, por suerte, el círculo de la historia, no cierra. Gracias al que no cierre… no vivimos ya en los árboles.

Y bueno – es, precisamente, por eso que los derechistas odian tanto a los símbolos culturales de la izquierda a los que nunca tuvieron forma de contrarrestar, símbolos, que tan efectivo los ponen frente a un espejo, un espejo que los obliga a contemplar a personajes desagradables, aburridos e inertes. A los polos opuestos de los símbolos culturales de la izquierda.

El Che es un símbolo así.

POR Arq. Witold kiendznisk


 

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