Crímenes del Franquismo: Mataron a la Madre… le robaron su Historia
“Hay cosas encerradas dentro de los muros que si salieran de pronto a la calle y gritaran, llenarían el mundo” (Federico García Lorca)
IDEA y PRODUCCIÓN: Tere Capdevielle
Me aprestaba a terminar la entrevista con don Pedro Tesio, el anciano que fue “legalmente” despojado de su única propiedad, cuando ella se aproximó. -¿Puedo contarle mi vida? , me dijo. Desde ese momento no me abandona la sensación de que tengo ante mí un enorme y enigmático rompecabezas que me desafía y conmueve, instándome a avanzar en un relato intenso, terrible, atravesado por infinitos sucesos que se entrelazan y buscan ubicación definitiva; pequeñas piezas con fechas, nombres y acontecimientos que desde ese día busco ensamblar porque sé tienen un destino, un lugar en esta historia que no sólo es la de María Monserrat Alvarez, sino que trasciende y se sigue proyectando con dramática resonancia en el presente aunque hayan transcurrido ochenta y un años. El rompecabezas ha comenzado a tomar formas; lentamente se van articulando espacios y escenarios; nombres que hasta hoy estaban sólo en la memoria de una anciana que se niega a olvidar toman su lugar y les exijo que asuman su responsabilidad. La narración juega con mi ansiedad; cada trocito que logro empalmar multiplica los lugares vacíos y me advierte que seguramente nunca encontraré respuestas a tantos interrogantes…
Qué ocurría en 1937
Imposible avanzar prescindiendo del contexto histórico: En 1937 España se desangraba en la Guerra Civil tras la sublevación contra la Segunda República, experiencia democrática que finalizó dos años más tarde con el triunfo de Francisco Franco, el tirano que apoyado fuertemente por la Iglesia Católica, la Alemania nazi y la Italia fascista instauró un régimen oprobioso cuya jefatura mantuvo hasta su muerte ocurrida en 1975. En nuestro país Agustín P. Justo - figura emblemática de la “década infame”- transitaba el mandato que inició en 1932 y finalizó en 1938; Córdoba era gobernada por el radical Amadeo Sabattini; la Iglesia Católica, de innegable impronta en esta historia, tenía como máximo representante al cardenal Santiago Luis Copello , arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina; en la provincia eclesiástica de Córdoba continuaba su gestión -que comenzó en 1927- el arzobispo Fermín Emilio Lafitte, el mismo que en 1955 fue imprescindible apoyo del golpe de estado autodenominado “Revolución Libertadora” que derrocó al presidente Juan Domingo Perón.
-¿Dónde nació?...
Fue lo primero que se me ocurrió preguntarle. Le brilló la mirada y el cuerpo menudo se tensó en un gesto de orgullo: -Soy española…La continuidad fue estremecedora. Acomodó el gesto para darme idea de lo que estaba diciendo: -Me crié en la Casa Cuna de Córdoba. Era muy pequeñita, apenas bebé, cuando en 1937 unas monjas me trajeron en barco. Observé ese espacio breve, intangible entre sus manos morenas. Había ternura en la mirada fija en ese vacío; pensé que se estaba viendo a sí misma, envuelta en pañales, acunada por mujeres extrañas que la trajeron a la Argentina y nunca, nunca, le permitieron conocer su historia, que le llegaría muchos años después por trascendidos…
Una bebita que clamaba por el pecho materno
Lo cuenta María Monserrat, La Monse para la comunidad del Hogar de Ancianos, y estremece. Lo dice con sus palabras, queda la voz, firme la mirada de los ojos oscuros, y se reitera con la misma intensidad una y otra vez… La narración tiene baches que horadó el tiempo o tal vez siempre estuvieron ahí, aguardando la aparición de una nueva pieza para el rompecabezas. Ella lo sabe; por momentos tengo la impresión de que administra con cuidado cada entrega, que no le es fácil poner sus recuerdos en palabras. Con fortaleza que seguramente atesora en sus genes, pudo sobreponerse a la tragedia y aprendió a transitar la vida con pasión y optimismo, a pesar de todo… –Usted es la primera persona a quien le cuento todo esto; jamás lo hice y no volveré a hacerlo, me aclara. -A mi mamá, que era combatiente republicana, la mataron los franquistas. Llevo su apellido. Supe que era andaluza y mi padre catalán; él me llamó Monserrat, que es un nombre de ese origen. Monjas españolas me trajeron a la Argentina en un barco alemán. Dicen que lloraba desesperada de hambre. Una joven que venía en el pasaje perdió a su hijito; aunque tan pequeñita y desfalleciente, me negué a aceptar que ella me alimentara; optaron por obtener la leche con cucharita y así sobreviví. Durante esa travesía, muchas personas murieron de hambre y de tuberculosis; sus cuerpos fueron arrojados al mar…
La Casa Cuna
La Casa Cuna -actualmente Hospital Pediátrico del Niño Jesús- fue creada a fines del siglo XIX con cargo al gobierno provincial para la contención de niños huérfanos, abandonados o en situación de vulnerabilidad. Administrada por monjas designadas por el arzobispado de Córdoba, las bestias del tercer cuerpo -durante la tiranía- dejaban allí a los niños que arrebataban a los secuestrados o asesinados en procedimientos militares. En su declaración como testigo en el juicio por crímenes de lesa humanidad cometidos en distintos centros clandestinos de detención en la Provincia de Córdoba, Horacio Verbitsky periodista y titular del Centro de Estudios Legales y Sociales expresó que “…que la Casa Cuna reciclaba bebés hijos de desaparecidos que era apropiados por represores con la anuencia del ya fallecido cardenal Raúl Primatesta…” y que estas prácticas contaron con el soporte imprescindible de las religiosas.
No extraña que las crónicas de los juicios la nombren como “La Casa del Terror”.
Cuando le mostré las imágenes que obtuvo JUAN CRUZ FALCO para esta nota, se emocionó especialmente con una de las ventanas del primer piso sobre la cual, en relieve de centenaria data, se lee “AMOR AL HUÉRFANO”. Acarició lentamente la fotografía y musitó: -… Mi camita… ahí estaba mi camita…
“¡¡ASESINOS…USTEDES
MATARON A MIS PAPÁS!!”
Allí, en 1937, fue entregada María Monserrat Álvarez. No sabe y ya no pregunta quiénes lo hicieron y por qué… En su narración me insistió en que ése había sido su hogar; que las religiosas, todas españolas, y los chicos que compartieron esos largos años de internación le dieron afecto y que, de algún modo, allí fue feliz. A mi insistencia sobre lo ocurrido en la Casa Cuna durante la dictadura respondió angustiada que a su entender las “hermanas” no tuvieron responsabilidad y que “en todo caso, debieron haber obrado obligadas o amenazadas por los militares”. -Eran asesinos me dijo y agregó: “Videla fue como Franco, el que mató a mi mamá y a los poetas Federico García Lorca y Miguel Hernández…” Un aporte breve, contundente, me dio la pauta de que prefiere olvidar aunque desde algún lugar la memoria le acerque testimonios del horror: “En una ocasión… un niñito de siete años tomó a su hermanita de cuatro y un bebé de dos meses y pretendió huir de la Casa Cuna. Bajó desesperado la escalera mientras le gritaba al uniformado que le apuntaba con un arma larga: -¡¡ASESINOS!! … ESE SOLDADO MATÓ A MIS PAPÁS ¡! …después, una monja los alcanzó y llevó nuevamente arriba…” No quiso volver sobre el tema y prefirió rememorar anécdotas de la infancia: -Era muy traviesa… Cuando había una celebración navideña, siempre me hacían actuar de angelito… única forma de que me quedara quieta…
LA VERDAD DE SU ORIGEN
Las monjas le enseñaron a desempeñarse con eficiencia en las tareas del hogar; aprendió a limpiar, tejer, bordar y todas las destrezas que eran paradigmas femeninos de la época. Adolescente, fue derivada al hogar de ancianos ubicado en la avenida Padre Claret 5945 en el barrio cordobés Los Bulevares, institución que gerenciaba la orden de las Misioneras de la Inmaculada Concepción. Allí, además de atender a los residentes, se ocupó de las tareas generales de mantenimiento, para las que había sido capacitada… Simultáneamente, recomendaron su nombre a caracterizadas familias de la sociedad cordobesa que en sucesivos períodos la contrataron para el servicio doméstico en sus residencias; cada semana volvió a visitar la casa Cuna: sus ocupantes eran, me reitera, la única familia que conoció… Cuenta que muchas veces a lo largo de los años y a distintas religiosas, preguntó -¿Quiénes habrán sido mis papás?... La respuesta fue siempre la misma: “-¡Vaya a saber!...”. La verdad, acotada, le llegó de una mujer internada en el hogar de Los Bulevares, que había sido confidente de la superiora Presentación de Jesús Geopard, catalana, y de la monja Fermina Rodríguez, navarra. La anciana le dijo que desde hacía años guardaba el secreto, que le había sido confiado por Geopard y Rodríguez: su origen, el asesinato de su madre -la militante republicana María Josefina Álvarez- , el padre, las monjas que la trajeron al país y la certeza de que María Monserrat es su verdadero nombre. En ese momento, recordó que algunas religiosas se referían a ella como “la españolita”…
INDOCUMENTADA
HASTA LOS 19 AÑOS
A los dieciocho años y con motivo de una citación judicial, se enteró que hasta ese momento no había ninguna constancia de su existencia. Los trámites legales derivados de esa situación irregular tardaron un año. Cuando fue nuevamente convocada le dijeron: -Usted nació el 14 de mayo de 1937 en España. ¿Quiere ser argentina? .Ése fue el breve trámite de nacionalización de María Monserrat Álvarez, poco antes N.N. La libreta cívica que se le otorgó el 3 de mayo de 1956 dice que nació en Córdoba, Argentina.
La escuela
Hizo la primaria en la Escuela Presidente Hipólito Yrigoyen, ubicada en Brandsen esquina Castro Barros, a dos cuadras de la Casa Cuna. Mis intentos por lograr en ese establecimiento una constancia, se dieron con la rotunda negativa de una burócrata con chapa. –Pídala en el ministerio; acá no guardamos esa información, me dijo. Pero eso no es verdad: todas las escuelas primarias de la provincia conservan la documentación que permite ubicar a quienes cursaron, por año, grado y división. Son documentos públicos. No obstante, me fue inútil argumentar… No logré el documento; sí, la seguridad de que el establecimiento ignoró en su momento la obligación de exigir el documento de identidad de una alumna. Seguramente medió influencia lo suficientemente contundente como para que eso pasara.
Monse cuenta que ingresó directamente en primero superior ya que sabía leer, escribir y operar desde antes de los seis años… Conserva esa pasión por la lectura y la entusiasman las nuevas tecnologías; es usuaria de las redes sociales y no se desprende del celular, que la acompaña en su constante transitar por los pasillos del Hogar y del Hospital. -En las casas donde trabajé había muchos libros…leí siempre todo lo que podía, cuenta. Se advierte en su discurso fluido, rico en matices y conceptos. En la tonada lleva un sello indeleble: ahí está, para siempre, la “Córdoba de las campanas” que puso marco a su vida…
Destino: San Francisco
y el Hogar de Ancianos
Desde hace veinticinco años María Monserrat Álvarez vive en San Francisco. Poco después que obtuvo la jubilación y tal como habían pautado su vida hasta ese momento, le recomendaron convertirse en auxiliar de Concepción, la religiosa que por ese entonces era encargada del Hogar de Ancianos del Hospital Iturraspe. Vino y se quedó. Las monjas ya no están. Ella, La Monse, transcurre sus días en ese ámbito apacible que le permite disponer de su tiempo con libertad . Como en la “Parábola del hombre que tenía las manos atadas” se resignó y ya no quiere soñar que algún día logrará conocer sus orígenes. Le quedan recuerdos que de vez en cuando vuelven sólo para ella y no los comparte: las monjas que la quisieron y siempre le dijeron que eran su única familia; cientos de chicos , abandonados la mayoría… ; nombres de niños que el tiempo, inclemente y feroz, devoró impune; el rostro de la madre que vio una sola vez en sueños; Nicolás, el pibito que intentó terminar con nafta el tormento de las pulgas y sucumbió tras una cruel agonía; las fiestas de las primeras comuniones; María Ester Olmos, la niña que tocaba el piano; el Dr. Giux, médico a cargo de los consultorios; las escapadas adolescentes hasta el Parque Sarmiento para ver al Cuarteto Leo; la ilusión nunca cumplida de poder celebrar un cumpleaños…
En la despedida le prometí intentar el armado del rompecabezas que es para mí la historia de su vida. –No lo haga, me dijo con tristeza. Queda poco… Y ya es demasiado tarde…
AGRADECIMIENTOS:
DR. PABLO ARRI y Comunidad del Hogar Para Ancianos “Dr. Enrique J. Carrá”.
JUAN CRUZ FALCO (fotos de la Casa Cuna de Córdoba)
MATÍAS NAHUEL CÓRDOBA